El hombre del tiempo

Hay un niño que mira, hombres dignos pero sin agallas, parejas en armas, emigrantes sin retorno posible. Hay en París una buhardilla helada pero feliz, y calor en un teatro esperpéntico. En Montevideo hay copas de aguardiente, un viejo boxeador, un hospital y un aparato registrando el sonido del tiempo. En Ginebra acechan basureros pulcros y sábanas salpicadas de sangre. Hay mujeres rotas. También mujeres enteras y enteramente soñadas. Hay niñas que durante la guerra salvan la vida y pierden su infancia en un escondite. Hay palabras en yidis, en francés, en la jerga de los puertos. Y una escritura ligera al rescate de lo inacabado, de lo imperfecto, de lo roto. Un libro que todo lo devuelve limpio, en colores e íntegro, sin ocultar las cicatrices.

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