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La niñez queda en la memoria, esperando despertar de la ensoñación de correr tras la pelota, de querer atrapar la luz de las luciérnagas esos veranos de calor con el cielo estrellado. De ser ignorantes para los adultos, aunque nuestra mirada sea mucho más profunda de lo que ellos creen.

Así recorría los pasillos de la Biblioteca Nacional, atenta a los ruidos producidos por la goma de los zapatos en el viejo pero impecable parque, a los cajones de los ficheros que constantemente se abrían y cerraban en ese silencio sepulcral de dicha institución.

En aquella época pasaba las tardes, las horas en la sección infantil, con su música en discos de vinilo, el teatro donde todos nos sentábamos en el suelo esperando a las marionetas en la alfombra verde, me sentía en mi sitio, donde quería estar. Pero cuando cerraba iba recorriendo las secciones de adultos con amigas de mi madre y mi tía, gente que al día de hoy algunas siguen en mi vida. Así tuve el privilegio de conocer la Biblioteca China, los despachos recónditos entre pasillos misteriosos y ascensores que suben y bajan libros y algunas veces aprender la tarea cada uno.

En esos momentos conocí a unos de los directores, el Señor Arturo Sergio Visca,   cuanto cariño guardo de él. Recuerdo que decía: Leo de noche porque no puedo perder tiempo, no le daba el día para tanta lectura. Fue una pena su fallecimiento en 1993.

Estos días tuve la oportunidad de escuchar un programa de radio Sarandí en el cual se homenajeaba a la Biblioteca y entrevistaron a su actual director Valentín Trujillo, a los investigadores Alfredo Alzugarat y Ana Inés Larre Borges con quien mantengo contacto a pesar de vivir ya hace veinte años en España, y a más personas encargadas de diferentes tareas de archivo. Entre los varios directores que nombraron uno de ellos fue Visca, escuchar su nombre fue despertar en la memoria esos años y me puse a buscar su archivo. Tengo que contarles que he leído varios artículos, algún libro que no conocía, cartas que recibió entre las que me llamo la atención una donde es postulado por Inés Larrobla para el premio Cervantes y que les comparto a continuación.

Uno de los artículos “Con la óptica de la vida” data de septiembre 1982 y habla de la relación del personaje de Eladio Linacero del libro “El Pozo” de nuestro querido Onetti, quien no recibió el merecido Premio Nobel.

 Grandes personalidades de la literatura Uruguaya que más allá de la forma, del espacio y el tiempo merecen seguir leyéndose por los jóvenes, llegar a ellos a través de las diferentes plataformas digitales, crearles memoria, compartir experiencias, contarles vivencias dejándolas en cada uno.

Agradezco a la gran labor de todas las personas que trabajan incansablemente por y para la Biblioteca Nacional patrimonio de nuestro querido Uruguay.